Educar como un acto de amor

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Escrito por

Chiara Pavez

Hoy quiero invitar a compartir sus reflexiones a mi amiga y pareja educativa durante años Chiara Pavez. Educadora infantil y docente universitaria, con una larga experiencia como educadora en proyectos y centros inspirados en Reggio Emilia en Chile. Ha recorrido distintos países visitando proyectos educativos (Boston, Barcelona, Reggio Emilia, Buenos Aires, entre otros) en una búsqueda contante por mejorar su propia práctica profesional y personal.

Aquí te dejo con su hermosa reflexión sobre cómo educar desde el amor y la libertad, sin olvidar los límites y por supuesto el autocuidado personal.

Si crees realmente que en la educación está el cambio no dejes de leer hasta el final, ¡te llegará al corazón!

Mi proceso de construcción

Si pensamos en la educación como una construcción, esta tiene múltiples bloques que la conforman. Nuestra construcción debe tener una base firme para que se mantenga sólida y continúe creciendo, además de ciertos componentes que tienen que ir fortaleciendo la edificación en el tiempo.

Por lo tanto, me surgen las preguntas ¿Qué componentes son los que fortalecen mi construcción? ¿Cuál es la base que emplearé para que crezca? ¿Cómo se construye una educación de calidad, sólida y firme en el tiempo? Frente a estas preguntas siempre llego a la misma respuesta: el interés, la vocación, el amor de las educadoras y educadores.

A lo largo de mis años como educadora he tenido diversas experiencias en jardines infantiles (centros educativos) en los que las prácticas pedagógicas y objetivos de aprendizaje de la planificación son más importantes que la calidad de interacciones que podamos tener con los niños (as), en los que cumplir metas o destacar por ser la educadora que habla más fuerte es el objetivo de cada día. La competencia entre educadoras, la tristeza y falta de pasión de los equipos educativos, las ganas de hacer “actividades” sin un mayor sentido. Fue un duro despertar después de tantos años de universidad: ¿esto es la educación inicial en Chile?, me cuestioné. Durante varios años me mantuve en esta decepción pero seguí buscando algo más.

Conocí también otros espacios con buenas intenciones y con ganas de lograr una educación reflexiva y de calidad, pero que sin un liderazgo claro y seguro, lo cual generaba un desorden, falta de trabajo en equipo, ausencia de motivación y en consecuencia un estancamiento del proyecto. Una vez más la falta de pasión y amor por la infancia faltaban en estos espacios, y cada uno de ellos coincidía un factor en común: ausencia de autocuidado de los adultos a cargo, en consecuencia nos faltaba amor propio.

El amor por la vida, por el presente, por las cosas simples, el amor por los niños (as), el amor por ti y la forma en que te cuidas, la pasión que colocas a cada acto que realizas naturalmente te invita a crecer y por supuesto se transmite en nuestro acto de educar.
Chiara Pavez

Después de unos años decidí no conformarme y continué la búsqueda, renuncié una y otra vez, tenía muchas emociones de frustración, de desilusión, de la sensación de promesas incumplidas y del propio inconformismo. Pero continúe con la esperanza de seguir siendo fiel a mí misma y poder sentirme más plena en un espacio de trabajo. En algún momento encontré un espacio maravilloso que llenaba todas mis expectativas, pero esto no duró muchos años ya que el “bichito” volvió a surgir, “quiero más”, “esto no está bien hace falta esto otro” me decía. Así que decidí escucharlo, un golpe de suerte, un poco de valentía y todos los planetas se alinearon para poder crear mi propio proyecto junto a una gran amiga y volvieron a surgir nuevas conclusiones:

Educar desde el amor

Un espacio de educación de calidad no solo considera el objetivo o el logro de los aprendizajes básicos que debe aprender un niño (a) de acuerdo a su etapa de desarrollo, sino que también se preocupa de la forma en que construimos vínculos con todos las personas involucradas en la educación de la infancia, cómo nos dirigimos a niños y niñas, la forma en que los/as pensamos, miramos, tocamos e incluso cómo nos acercamos ellos/as.

“La educación es un acto de amor” expresaba Paulo Freire, por lo tanto, educar requiere amar, entender el amor y desarrollar vínculos saludables con los niños y niñas. Alguna vez te has preguntado: ¿Qué es el amor para mí? ¿Cómo entiendo el amor? 

Por supuesto que la forma en que entendamos el amor es fundamental para determinar el tipo de relaciones que desarrollamos con los niños (as) y reflexionar como estamos ejerciendo nuestro rol de educadoras/es. Más allá de preocuparse por el logro de objetivos de aprendizajes o que aprendan los colores, es entender que el acto de educar es un constante intercambio entre seres humanos y que estamos construyendo aprendizajes para la vida.

Por supuesto que para practicar amor debemos comenzar por nosotros (as) mismos, con nuestras relaciones personales, nuestros pares. Sin duda no es fácil, los conflictos y caracteres siempre surgen, porque desde una educación tradicional siempre nos han enseñado que expresar nuestras emociones es demostrar debilidad, que no puedes expresarte porque se produce un “descontrol” mucho menos puedes ser directa por miedo a que el otro se moleste.

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El liderazgo emocional

Para mí un espacio potente debe tener un liderazgo que conduzca todas las emociones, que naturalmente los adultos tenemos, para un propósito en común, que acompañe, que escuche, que perdone tus errores y que acepte que es natural “sentir”.

Un buen liderazgo te abraza, te acoge como ser humano, trata de empatizar y por sobre todo aprovecha tu potencial.  Todas/os podemos ser líderes si nos lo proponemos. Cambiar tus actitudes o una acción diferente siempre generan en los demás un “clic”, ¿Cómo vamos a educar con amor si nosotros mismos no nos amamos y si como adultos no lo practicamos?

Desde este punto de vista una educación amorosa y respetuosa se inspira en una educación que ponga como protagonista no tan solo al niño o niña, sino que también ponga como protagonista el autocuidado del adulto referente, para acompañar a la infancia de forma saludable necesitamos vivir y enfrentar nuestras emociones, hacernos cargo de nosotros mismos y reflexionar que queremos entregar a los niños y niñas de los cuales estamos siendo referentes ¿les estamos realmente mostrando lo que es la libertad?

Puedes leer más sobre acompañamiento respetuoso y prepararse emocionalmente en Emmi Pikler y cómo transformar tu propia práctica.

El amor es libertad

El amor, como primera energía vital, debería estar a disposición de forma natural, pero al mismo tiempo debería poder experimentarse de un modo concreto como ‘amor sin condiciones’. De esta forma igual que el sol ‘brilla para justos y pecadores’, todo ser humano, y en particular todo niño, necesita la seguridad de que es amado en todas las situaciones
Rebeca Wild, 2006

 

Rebeca Wild nos menciona un punto muy importante, entender al “amor sin condiciones”, que nuestros niños y niñas sepan que pase lo que pase serán amados, sentir esto les dará libertad, la libertad que necesitan para equivocarse, para ser ellas/os mismas/os, para poner en práctica su curiosidad. En definitiva, para aprender sin miedos.

Las emociones de los niños y niñas toman un rol fundamental en este sentido ya que el aprendizaje puede desarrollarse de una forma significativa si les escuchamos, si dejamos de decirles “no llores” y en vez de eso les decimos “está bien llorar”. De esta forma les demostramos que está bien sentir, está bien ser tú.

La importancia de los límites

Y por supuesto al hablar de amor y respeto a la libertad no podemos dejar de lado los límites. Esas acciones que nos tambalean, que nos llenan de contradicciones e inseguridades.

Las educadoras que llevamos años en sala bien sabemos que la propuesta de aprendizaje, o el proyecto que estemos llevando a cabo y que planificamos con tanto esmero no son los únicos aprendizajes que nuestros niños y niñas necesitan. Nos damos cuenta en la vida diaria que la infancia nos está pidiendo una educación que va más allá de aprender las figuras geométricas. Nos están pidiendo aprendizajes para la vida, como conocerse sí mismos, resolver conflictos, relacionarse con otros o entender la realidad.

Frente a esta clara realidad, dar la libertad a los niños de ser ellos mismos, requiere de entender que parte de la libertad también es enseñar límites, porque cuando les hablamos de límites les estamos enseñando a empoderarse de sí mismos, de su entorno y de sus emociones. Muchas veces poner límites se mal entiende como “prohibir” o “limitar” las acciones de los/as niños/as. Sin embargo, son pocas las veces en las que nos detenemos a reflexionar si los límites que ponemos ¿son una necesidad real para el niño/la niña? o ¿son las ganas de resolver mi propia necesidad como adulto? de satisfacer mi ansiedad, mis miedos o prejuicios. ¿Cuántas veces tomamos conciencia de la “necesidad real de la infancia”?

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¿Qué entendemos por límites?

El término límites esta ligado al desarrollo del respeto y amor en nuestras relaciones con la infancia, por medio de diversos estudios y en la práctica se ha comprobado que los niños y niñas necesitan normas sociales y límites en el día a día. Los limites generan una seguridad en el entorno del niño o niña, pero es preciso definir que los límites no implican una visión autoritaria de la educación, sino por el contrario, observamos los límites como una forma de respeto hacia el otro.

Para mi los límites representan las normas sociales básicas que en todo sistema de relaciones humanas debe existir. Gracias a ellos podemos lograr una buena convivencia y un entorno equilibrado y armónico tanto para niños y niñas como para adultos (también los adultos necesitamos ponernos nuestros límites en relación con la infancia).

Los límites no definen el ser del otro, sino por el contrario, sirven para mantener un entorno relajado, de manera que todos los niños y adultos se sientan cómodos en él, vivan nuevas experiencias gracias a la toma de decisiones personales y aprendan a diferenciar entre necesidades auténticas y sustitutivas.
Rebeca Wild

Sin límites claros, no solo nos sentimos inseguros sino ignorantes de cómo está formada la realidad concreta. Necesitamos límites tanto físicos de la realidad exterior (espacios delimitados y de un tamaño adaptado a nuestras necesidades), así como límites sociales relacionados con las normas de convivencia de las distintas culturas.

Como adulto a cargo debes estar preparado/a para ser flexible y determinar las necesidades auténticas de niñas y niños e intentar responder con calma e integridad frente a un conflicto. Ponernos a su altura, no significa contagiarnos por la misma emoción o querer llevar la razón en una lucha de egos. Tu eres el adulto que puede ayudarles a regular sus propias emociones.

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El término límites esta ligado al desarrollo del respeto y amor en nuestras relaciones con la infancia, por medio de diversos estudios y en la práctica se ha comprobado que los niños y niñas necesitan normas sociales y límites en el día a día. Los limites generan una seguridad en el entorno del niño o niña, pero es preciso definir que los límites no implican una visión autoritaria de la educación, sino por el contrario, observamos los límites como una forma de respeto hacia el otro.

Para mi los límites representan las normas sociales básicas que en todo sistema de relaciones humanas debe existir. Gracias a ellos podemos lograr una buena convivencia y un entorno equilibrado y armónico tanto para niños y niñas como para adultos (también los adultos necesitamos ponernos nuestros límites en relación con la infancia).

Los límites no definen el ser del otro, sino por el contrario, sirven para mantener un entorno relajado, de manera que todos los niños y adultos se sientan cómodos en él, vivan nuevas experiencias gracias a la toma de decisiones personales y aprendan a diferenciar entre necesidades auténticas y sustitutivas.
Rebeca Wild

Sin límites claros, no solo nos sentimos inseguros sino ignorantes de cómo está formada la realidad concreta. Necesitamos límites tanto físicos de la realidad exterior (espacios delimitados y de un tamaño adaptado a nuestras necesidades), así como límites sociales relacionados con las normas de convivencia de las distintas culturas.

Como adulto a cargo debes estar preparado/a para ser flexible y determinar las necesidades auténticas de niñas y niños e intentar responder con calma e integridad frente a un conflicto. Ponernos a su altura, no significa contagiarnos por la misma emoción o querer llevar la razón en una lucha de egos. Tu eres el adulto que puede ayudarles a regular sus propias emociones.

“Poner límites de forma respetuosa significa detener lo que estamos haciendo, acércanos al niño, ‘hacernos pequeños’, para establecer contacto corporal y visual y pronunciar el límite verbalmente” (Rebeca Wild)

La Educación Viva

Ahora mismo, más que seguir un método en concreto o encontrar “tips” para lograr una educación amorosa y respetuosa, hace falta reflexionar sobre nuestra visión de educación, del acto de educar y de cómo lo estamos llevando a cabo.

A medida que transcurren los años en Chile nos apoyamos en diversos métodos de aprendizaje en los centros educativos infantiles, método o filosofías que sin duda nos orientan, son útiles y nos muestran un camino innovador. Por otro lado, también nos encasillan en ciertas formas de hacer, nos invitan a ser parte de un grupo en específico y quedarnos allí.

Abrirse a conocer otras formas de educación nos invita a replantear nuestras creencias sobre lo que consideramos más importante de educar, y también nos ayuda a encontrar un sentido de acuerdo a nuestro actuar.

Para mí ha sido un gran complemento a las filosofías y métodos que conozco, el encontrar la Educación Viva (puedes conocer más en este link). La cual se nutre de diversas filosofías y se sostiene sobre una concepción holística, lo interesante es que principalmente invita a más que seguir un método en concreto a buscar las condiciones mas adecuadas para acompañar el crecimiento de los niños y niñas en cada contexto y realidad, por lo tanto invita a comenzar a observar más en las aulas, escucharlos, respetarlos y en definitiva amarlos.

Según mi visión, lo importante es nunca dejar de investigar, reflexionar y cuestionarse el sentido de lo que hacemos. Vivir con intensidad y pasión la educación infantil, disfrutar como niñas/os, agacharse más a su altura para volver a experimentar ese mundo, y quizás podamos volver a experimentar como se disfruta y como se ama con una mente infantil.

Para terminar te dejo una cita del sentido que está teniendo para mí la educación hoy y que siento resume todo lo que quería contarte en este post:

En definitiva, creemos necesario que los espacios educativos del siglo XXI ofrezcan entornos educativos que favorezcan el desarrollo de personas capaces de aprender por sí mismas y encontrar soluciones innovadoras en un mundo complejo y cambiante; personas sensibles y responsables ante las necesidades sociales y medioambientales; personas capaces de gestionar con madurez sus emociones y encontrar soluciones inclusivas a los conflictos; personas con una autoestima sana y, en definitiva, conectadas a su esencia vital
Jordi Mateu, CAIEV